La búsqueda del ikigai me llevó al sector de impacto social

Macarena Cabello de los Cobos
Global Social Impact Investments

Llevaba toda la vida haciendo lo que se esperaba de mí: hija responsable, delegada de la clase, matrícula de honor en el colegio, graduada de E-2 en ICADE, famosa por compartir mis apuntes con todos mis compañeros… Pasé unos años en Londres trabajando en banca de inversión, volví con el CFA aprobado y empecé a trabajar en banca privada tradicional. Hasta ahí “todo fenomenal”: había conseguido con creces todos los objetivos que me había propuesto y, aun y todo, sabía que me faltaba algo enorme: llegar a casa al final del día con una sonrisa, sintiéndome plena y realizada. Me devoré en dos días el revelador libro Ikigai: Los secretos de Japón para una vida larga y feliz. El ikigai es un concepto japonés que podría definirse como “lo que hace que la vida merezca la pena ser vivida, tu razón de ser, el motivo que hace que te levantes cada mañana, tu propósito…”.

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En el centro del anterior diagrama, donde se unen todos los círculos, justo ahí es donde puedes encontrarlo: allí está tu ikigai. Aquello que consiga aunar tu pasión, tu vocación, tu profesión y tu misión en la vida. Detecté perfectamente lo que faltaba en mi diagrama:

  • EN LO QUE ERES BUENO: Era buena en lo que hacía, las finanzas siempre se me han dado bien y en banca privada destacaba por mis buenos resultados y liderazgo.
  • POR LO QUE TE PUEDEN PAGAR: Mi trabajo era remunerado monetariamente.
  • LO QUE EL MUNDO NECESITA: El mundo occidental “necesita” asesoramiento financiero. No vendíamos algo nocivo para el mundo como las armas o el tabaco, sino que dábamos un muy buen servicio que ayudaba a nuestros clientes a vivir mejor. Aun así, mirándolo desde una perspectiva más amplia, sentía que no estaba haciendo algo que el mundo realmente necesitase.
  • LO QUE AMAS: No amaba mi trabajo y, en consecuencia, no estaba mostrando mi mejor versión.

Me encontraba claramente en la “zona verde” del diagrama: satisfacción, pero sentimiento de inutilidad; confortable, pero sensación de vacío. 

Y entonces…nos confinaron en casa (y muchos más libros pude leer). A punto de ser ascendida a Asociada, tras 4 años de experiencia, decidí que no quería recuperar mi rutina, que no me gustaba mi día a día pre-covid y que para mí el confinamiento había sido un verdadero regalo. Tomé una decisión y dos años después me reafirmo en que fue la mejor que podía tomar: dejar de hacer lo que mi alrededor esperaba de mí para empezar a hacer lo que a mí me hace bien. Y así fue, gracias a la parada en seco que nos impusieron con el confinamiento, detuvimos esa inercia acelerada que primaba en la vida de la mayoría de nosotros. Pude pararme a reflexionar y salir de la rueda que me atrapaba, desprendiéndome de todo lo que no me hacía bien.

Dejé el trabajo sin tener otro y me puse a buscar a qué podía dedicarme que incluyese la “zona naranja” del diagrama y me acercase a mi ikigai. Y entonces se cruzó en mi camino la inversión de impacto. De la mano de María Ángeles León, me topé con Global Social Impact Investments, la gestora de inversión de impacto que ha resultado ser el mejor equilibrio profesional para mí:

  • EN LO QUE ERES BUENO: Soy buena como analista de inversiones, sigo dedicándome a lo que se me da bien, las finanzas aplicadas al impacto social. Es el nexo perfecto entre inversión tradicional y filantropía, una fusión que parece hecha a medida para mis habilidades.
  • POR LO QUE TE PUEDEN PAGAR: Si bien he renunciado a una parte de mi retribución monetaria, me siento infinitamente mejor retribuida ahora. Percibo retribución no monetaria muy importante que me enriquece muchísimo más: gracias a mi ambiente de trabajo que saca mi mejor versión, gracias a la flexibilidad laboral y las vacaciones que me permiten conciliar mucho más con mi vida personal, gracias a la formación continua que me proporcionan, gracias a las historias de vida tan reveladoras e inspiradoras que escuchamos de primera mano en los eventos de Open Value Foundation con personas como Kike Figaredo, Brígida Moreta o José María Márquez…
  • LO QUE EL MUNDO NECESITA: El mundo, sin lugar a dudas, necesita urgentemente de la inversión de impacto para poder reducir los desequilibrios tan grandes que existen entre continentes. Con la inversión pública se ha demostrado que no es suficiente y el capital privado es clave para que se cumpla a tiempo con los objetivos sociales y medioambientales más apremiantes.
  • LO QUE AMAS: Amo lo que hago en mi día a día. Con nuestro trabajo hacemos posible que millones de personas puedan progresar, invirtiendo en empresas que proporcionen un trabajo digno y permitan salir del umbral de la pobreza al bottom billion del planeta. Además, nuestras invertidas no solo tienen un alto impacto social medible y escalable, sino que también proporcionan una rentabilidad financiera a nuestros inversores. Amo el nuevo trinomio RENTABILIDAD + IMPACTO + RIESGO.

Quiero destacar una de las cosas que he comprobado al haber pasado de inversión tradicional a inversión de impacto: la calidad humana y la predisposición de mis compañeros. Empleando el “hands-on” e implicándose proactivamente en los procesos con sus propias manos, para lograr cambios reales en la sociedad. El ecosistema de impacto es una familia, cada vez más numerosa, de personas inquietas y luchadoras que no nos conformamos con la realidad actual y que queremos dedicar nuestro día a día a transformar el mundo en un lugar más equilibrado. Y esto lo hacemos redirigiendo parte del excedente de capital de occidente hacia empresas sociales que promuevan vidas más dignas en países en vías de desarrollo.

Así como en banca privada me daba la sensación de estar todos “cortados por la misma tijera”, en el ecosistema de impacto convivo con una variedad muy amplia de perfiles, de diferentes contextos, con gran diversidad formativa y puntos de vista muy diferentes que me complementan y enriquecen. Vengo de un sector con una inercia acelerada que exige mirar exclusivamente hacia delante, como los caballos cuando les tapan su campo de visión lateral para que no se asusten, para sobrevivir. En el sector del impacto nos enseñan a parar, a mirar a nuestro alrededor de manera más empática, y a aplicar una visión 360º para cambiar lo aparentemente incambiable. Y, aunque a veces asusta mirar hacia ambos lados y salir de nuestra rueda o zona de confort, la sensación de dejar una huella positiva tras nuestro paso hace que el camino sea infinitamente más gratificante e ilusionante.

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