Descubriendo la inversión de impacto
Mercedes Cerero|Open Value FoundationAlgunas veces nos encontramos con términos que nos pueden confundir. En este artículo exploramos qué es la inversión de impacto.

¿Qué es la inversión de impacto?
¿Acaso no tienen impacto todas las inversiones? ¿Se nos habrá olvidado que por el hecho de existir y generar beneficios una empresa ya tiene un impacto positivo y loable en la sociedad? Podríamos incluso recordar la famosa afirmación del economista M. Friedman en 1970 en The New York Magazine “la responsabilidad social de un negocio es hacer crecer sus beneficios”.
El término “impact investing” fue acuñado en 2007 por un grupo de profesionales de la inversión y filantropía reunidos gracias a la Fundación Rockefeller. Se dieron cuenta que compartían intereses: querían trasladar el concepto de inversión a proyectos sociales, más allá de juicios éticos u obligaciones morales y, al mismo tiempo, mirar con optimismo financiero oportunidades de negocio en nuevas áreas en línea con el auge del emprendimiento y la proliferación de start-ups.
Buscando definiciones podemos quedarnos con la que utiliza la Global Impact Investing Network (GIIN), creada un poco más tarde, en 2009, que aclara: “la inversión de impacto son las inversiones en empresas, organizaciones y fondos que tienen como objetivo generar una rentabilidad social y medioambiental además de financiera”.
Sin embargo, esta definición resulta ser un poco impersonal cuando los orígenes están unidos a la inquietud de muchos inversores, donantes o filántropos que tienen en común la búsqueda de un impacto más amplio que las ayudas a fondo perdido o, en el otro extremo, el retorno meramente financiero. De hecho sería más correcto hablar del inversor de impacto.
Buscar la rentabilidad total: financiera, social y medioambiental
La economía es la ciencia que estudia cómo atender necesidades ilimitadas con recursos limitados, y el precio resulta ser un factor tremendamente utilizado para concertar la cita entre estas dos realidades. Medimos un gran número de activos en términos monetarios, y buscamos el money, money, money… que no es el único factor a tener en cuenta, ya que las necesidades humanas superan el contante y sonante, pero ¡cuánto ayuda!
Tradicionalmente la necesidad de un inversor se identifica con buscar la máxima rentabilidad con el mínimo riesgo. Esa rentabilidad se ha definido en términos únicamente económicos. Con el resultado de ese beneficio, los inversores posteriormente han ido repartiendo sus activos con distintos fines: más beneficio, o ayudas destinadas a fines más altruistas, sociales o relacionados con el medio ambiente.
A modo de resumen, podemos aplicar los términos de orígenes y aplicación de fondos a la inversión de impacto social. En el origen de los fondos, encontramos a inversores que se dan cuenta que su modo tradicional de invertir no acaba de generar los retornos o el valor que buscan y a donantes que buscan un impacto más profundo, que creen que sus donativos apagan la sed, pero no ayudan a que existan más fuentes. En el destino de los fondos, aparece una realidad bien patente: no es lo mismo para la dignidad del que recibe encontrarse con un vaso de agua, a que alguien crea en ti y te ayude a constituir una pequeña empresa potabilizadora de agua.
La inversión de impacto persigue un objetivo conjunto de impacto social y rentabilidad financiera, superando la división histórica entre fundaciones (hacer el bien) y las inversiones financieras tradicionales (búsqueda de rentabilidad). Este nuevo sector está creciendo y su potencial es inmenso.