Los países emergentes están mejor preparados para sobrevivir al impacto económico de la pandemia

Comunicación
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Rescatamos la entrevista del Financial Times hecha a Ruchir Sharma, director de estrategia global de Morgan Stanley Investment Management y autor de 'Las 10 reglas de las naciones exitosas’.

Mientras los países ricos debaten cómo "triunfar a lo grande" en cuanto a la aplicación de estímulos económicos durante la pandemia, los países emergentes mantienen una conversación diferente. Se trata de la intensidad de las medidas de reforma, y es probable que salgan mejor parados.

Los países emergentes no tienen los recursos financieros suficientes para igualar el gasto en incentivos de las naciones más poderosas. Pero durante la crisis financiera de 2008, los países emergentes ofrecieron medidas de ayuda casi tan generosas como las de los países más ricos. Podían permitírselo porque, después de años de crecimiento espectacular, tenían dinero para gastar. Sin embargo, todo ese gasto sólo produjo un breve impulso de crecimiento, y durante la década de 2010 estos países lucharon por pagar la deuda a medida que el crecimiento se ralentizaba.

Cuando la pandemia se desató el año pasado, muchos países emergentes seguían luchando. Ahora, a falta de dinero para reactivar sus economías mediante estímulos, no les queda más remedio que impulsar una reforma que mejore la productividad.

La investigación del inversor Ruchir Sharma durante la pandemia revela que algunos países emergentes aumentaron el estímulo total -incluyendo el fiscal y monetario, así como las garantías de crédito- del 6% del producto interior bruto (PIB) en 2008 al 9% en 2020. Pero eso fue calderilla en comparación con los países desarrollados, que triplicaron con creces los desembolsos, pasando del 10% al 33% del PIB en el mismo periodo. En efecto, los países desarrollados gastaron casi cuatro veces más en incentivos económicos en 2020 que los países emergentes.

En lugar de debatir sobre mayores paquetes de incentivos, los países emergentes están impulsando una serie de reformas para aumentar la productividad e impulsar el crecimiento. La India es noticia por las protestas de los agricultores contra el fin de las protecciones agrícolas, pero esto es sólo una parte de un amplio esfuerzo por promover la competencia privada y cambiar el gasto público, alejándolo de los subsidios y orientándolo hacia las infraestructuras. Indonesia recortó el año pasado los impuestos y la reglamentación, y flexibilizó las normas laborales; ahora está avanzando en la apertura del sector financiero. Filipinas acaba de reducir su relativamente elevado impuesto de sociedades a niveles más competitivos.

Egipto, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos están imponiendo nuevas restricciones al gasto público; los dos últimos están permitiendo a los extranjeros comprar empresas y viviendas locales por primera vez. Incluso Brasil, un país que gasta mucho, está tratando de recuperar el control de su presupuesto, entre otras cosas, reduciendo las pensiones y facilitando el despido de los trabajadores públicos y la reducción de sus prestaciones.

El mayor cambio se ha producido en China. Aunque su gasto en incentivos económicos de 2008 fue ampliamente aplaudido por "salvar" la economía mundial, las deudas resultantes contribuyeron a una fuerte desaceleración del crecimiento. Ahora Pekín está respondiendo de forma muy diferente. Mientras que todos los principales países desarrollados desplegaron muchos más incentivos en 2020 que en 2008, China comprometió menos: alrededor del 9% del PIB, frente al 13,5% de 2008.

En lugar de prometer interminables dosis de dinero fácil, el banco central de China está empezando a reducir sus estímulos monetarios, alegando los peligros del aumento de la deuda y de las burbujas financieras. Mientras tanto, Pekín propone nuevas y ambiciosas reformas económicas, incluida una mayor apertura de sus mercados financieros al exterior.

Esta historia de dos respuestas a la pandemia es un aviso de que las regiones emergentes tienen sus propias ideas sobre la supervivencia económica. En la década de 1990, cuando las crisis financieras golpearon a estos países, desde Rusia hasta Turquía y Tailandia, el Fondo Momentario Internacional (FMI), pilar del pensamiento consensuado de Occidente, pidió que mantuvieran la contención del gasto y los altos tipos de interés reales, junto con la reforma estructural para promover el crecimiento. Los líderes de los países emergentes se opusieron a estos brutales programas de austeridad.

Ahora las tornas han cambiado. Reflejando el consenso neokeynesiano que prevalece en las capitales occidentales, el FMI aconseja hoy a las naciones ricas y pobres que se preocupen menos por los déficits y que gasten generosamente. Sólo que ninguna de las grandes naciones emergentes busca la ayuda del FMI, y muchas están metidas en campañas de reforma estructural muy similares a las que el fondo habría propuesto en los años 90. Los mercados financieros celebran sus progresos. Tras una década perdida, las bolsas emergentes están empezando a superar a las más consolidadas. La reforma no es la única razón, pero es una de ellas.

Cuando pase la pandemia y se desvanezca la fiebre del estímulo, el efecto no se percibirá de la misma manera. Es probable que los países emergentes sigan mejorando sus perspectivas de crecimiento. Los países desarrollados, al gastar intensamente y aplazar las reformas, están abocados a un crecimiento más lento, sobrecargado por la deuda. Es probable que se enfrenten a la misma dura lección que presenciaron los países emergentes tras la crisis de 2008: incentiva con prisas y te arrepentirás con calma.


Fuente: entrevista Financial Times 'Emerging nations are better equipped to survive the pandemic’s economic shock'

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