El COVID nos ha hecho MUCHO. Hemos sentido daño, miedo, inquietud, desesperación. Sin darnos cuenta nuestro paso en la vida comenzó a ser un cambio radical e inexplicable. El COVID nos dio mucho en lo que pensar. Que incertidumbre el mundo en el que vivimos, un día estábamos todos tan contentos en la calle y al día siguiente metidos en nuestras casas sin saber la que se nos venía encima, porque fue así, nadie se salvó, nos vino a todos.

Lo irónico es que nos llegó a todos, pero los jóvenes ya lo hemos olvidado. Habrá algunos que aún recuerden aquel daño, pero en general la mayoría salió de esa dichosa cuarentena y prefirió no recordar. En este mes que he tenido el privilegio de estar haciendo mis prácticas en Open Value Foundation, he vuelto a pensar. He recordado que todos somos UNO, y aunque no todos hablemos el mismo idioma, no se tengan las mismas costumbres, no se vean los mismos horizontes, el hombre es humano y, por lo tanto, hermano.

Lo único que me diferencia con una niña en Kenia es tan simple como cierto, SUERTE. El impacto social de nuestra sociedad en el mundo es real y hacen falta manos. Hay gente que necesita ayuda, personas que no han tenido ni las mismas oportunidades ni posibilidades. Los jóvenes necesitamos acordarnos de todo lo que pasó. Un gran ejemplo del olvido, sería la guerra de Ucrania, estuvimos sorprendidos un mes, leyendo todo en las noticias, compadeciéndonos de aquel horror y en cambio la guerra aún no ha terminado pero ya todos lo tenemos medio olvidado. 

Somos parte de la generación a golpe de click, vivimos muy rápido todas nuestras facetas del día a día, tanto es así, que pasamos por alto lo realmente importante, sin dedicar tiempo de calidad a todo los estímulos que nos llegan de fuera, como las interacciones humanas o el contenido que consumimos. Las redes sociales informan de una manera rápida y cambiante, se leen las noticias trending topic en diagonal y en el momento que dejan de serlo, desaparecen de nuestra mente. Siendo conscientes de que estamos en un contexto donde el contenido es efímero, y vivimos desorientados, no podemos luchar contra esta realidad pero, sin embargo, sí podemos controlar a lo que le damos importancia y lo que nos llena.

Nos toca crecer, y no me refiero a salir adelante con la carrera y empezar a trabajar para ganar dinero. Sino ser más conscientes de que el cambio está en nuestras manos. Tenemos la posibilidad de poner una semillita y comenzar con algo pequeño, recordando como bien sabemos lo que la vida te puede quitar y lo que le quita a mucha gente día a día. Unos jóvenes con grandes ideales pueden conseguir impacto y fomentar el cambio en muchas personas del ecosistema si tan solo nos diese por recordar. 

Este mes en OVF como mis primeras prácticas, ha sido una gran oportunidad para mí, tanto a nivel profesional como personal. Actualmente, estudio comunicación digital con publicidad y relaciones públicas, y elegí el departamento de comunicación de esta fundación porque quería conocer el mundo de la labor social. Vine con unas expectativas altas de lo que se hacía aquí y aun así, sin ninguna duda, se han superado. He conocido el mundo del impacto social y no hay palabras para describir la labor tan gratificante que se lleva a cabo. Me quedo con la importancia y lo necesario que es este sector. No sé qué será de mí en unos años, ni donde acabaré pero, sin duda, tengo claro que pondré el foco en las personas. 

Os dejo aquí una frase que leí el primer día que llegué a la fundación, una frase de Margaret Mead que captó mi atención y me impulsó a recapacitar: “Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos conscientes y comprometidos puede cambiar el mundo. De hecho, es lo único que alguna vez lo ha logrado". 

Tardé día y medio para darme cuenta de que no se trataba sólo de una frase inspiracional o positiva, sino que era verdad, se podía conseguir. Tenía la prueba delante de mis ojos, Open Value Foundation.